Mateo 4:1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo.
Si conoces la historia, sabrás que Jesús previo a las tentaciones del desierto fue bautizado. Juan el Bautista era el hombre que Dios usó para ese propósito. Fue en el bautismo de Jesús en el que los cielos se abrieron, descendió el Espíritu Santo en forma de paloma, y se oyó la Voz de Dios hablando acerca de SU Hijo Jesús.
Aparentemente todo estaba bien, El Señor iniciaba con pie derecho Su ministerio, pero antes de comenzar a realizar la obra que Dios lo había mandado a hacer, era necesario que pasara por el DESIERTO, al cual fue guiado a través del Espíritu Santo.
Muchas veces en nuestras vidas pasa lo mismo: estamos en momentos de bendición y todo nos está saliendo bien. Hay dinero, salud, trabajo, casa, la vida te sonríe, Dios te bendice, sientes Su Amor, Su Respaldo, Su Gracia en todo lo que haces. Pero de repente, te despertáste una mañana como cualquier otra y notaste que no amaneciste en tu cama sino en medio de serpientes y escorpiones, sin techo ni abrigo bajo el Sol incandecente del desierto.
Claro, estamos haciendo esta comparación en un sentido espiritual, pero dejame preguntarte ¿no has sentido como que de repente las cosas comienzan a salir mal luego de una racha de bendiciones? Sabes una cosa, Dios desea bendecirnos siempre, nunca ha pensado males para el ser humano, pero muchas veces El PERMITE que pasemos por momentos de desierto en nuestras vidas para enseñarnos o prepararnos para algo mejor.
Cuando Jesús entró al desierto, El entró "pequeño", aparentemente sin experiencia de la lucha espiritual que tendría que enfrentar; estaba solo, sin nadie que le alcanzara un vaso de agua, y para colmo de males, el mismo diablo llega a tentarlo tres veces para hacerlo caer y arruinar así Su Ministerio.
Dios necesitaba llevar a Su Hijo por el desierto, porque ahí El iba a crecer, a fortalecerse y a hacerce grande en Dios. Cuando pasamos por momentos difíciles y de desierto, no es porque Dios esta enojado o porque quiera castigarnos, sino que El nos está preparando para una bendición mayor a la que nosotros nos imaginamos.
Si nosotros no soportamos el desierto, Dios no nos puede bendecir. Que lindo es cuando Dios nos lleva de la mano por los delicados pastos; pero que amargo se siente cuando nos empuja a entrar al desierto para que crezcamos. Dios desea bendecirnos, pero debemos de ganarnos esas bendiciones, que solo son para los valientes, para aquellos que luchan, para los que se esfuerzan y siguen adelante a pesar del dolor que sienten.
Yo no sé cómo fue este año para ti, si fue un año de bendición o de desiertos. Personalmente, hubieron mucho de ambos, y puede que más desierto; pero, ¿significa eso que me debo de enojar con DIOS? Para nada. El hecho que este haya sido un año de desierto, no queire decir que El no ha estado conmigo. El me ha guiado a través de esas luchas, muchas, incontables, terribles, pero de todas ellas hemos salido en victoria.
¿Qué me dices tu? Aunque te haya ido muy mal en el año, ¿verdad que nunca Dios se olvidó de ti? Es que El quiere formarte, y solo puede hacerlo a través del desierto. Cada prueba que vencemos es un paso más cerca de esa bendición que tanto deseamos. Si este año le pediste algo a Dios, y no te lo concedió, ¡NO TE ENOJES! Sigue adelante.
Puede que hayas pasado por desiertos grandes en este año, pero el siguiente TU VERAS EL FINAL DE TU DESIERTO, tan solo creelo. No te rindas ni desmayes, aunque fue duro pero el Señor resistió y luego un hermoso ministerio de poder y milagros le siguió. Tu no te imaginas lo que DIOS tiene para ti cuando salga de tu desierto.
Si estás pasando el desierto, no te quejes, no te rindas, no desmayes, sigue adelante, pues es Dios quién te sustente, quién te lleva de la mano y te llevará pronto, muy pronto a la salida de ese lugar. Y verás las cosas grandes que Dios tiene para tu vida. Un poco de lucha por mucha bendición, es que Dios es así, nos bendice más de lo que merecemos, y lo hace cuando pasamos el desierto.